martes, 21 de mayo de 2019

COMENTARIO SONETO QUEVEDO - 7

A continuación voy a analizar e identificar los recursos literarios utilizados por el célebre escritor Francisco de Quevedo en su conocido Soneto “Cerrar podrá mis ojos las postrera…”.

El protagonista de este distinguido soneto es el amor que se expresa mediante una metáfora, ya que es identificado con una llama que arde incluso en agua fría, incluso tras la muerte (verso 7, “…nadar sabe mi llama el agua fría…”). La introducción del personaje principal a mitad del poema es inusual y llamativa, ya que se ha cambiado de manera impresionante el orden sintáctico de todo el soneto empleando un hipérbaton. El empleo de este recurso estilístico fue no solo para dar al texto una sensación de belleza y elegancia, adaptar la rima al verso y para destacar o enfatizar el significado de algún elemento que se ha colocado en la oración, sino que también como forma de expresar el caos de la vida.

Quevedo empieza dicho poema personalizando la muerte “Cerrar podrá mis ojos la postrera…” para darla así más importancia y expresando más tarde en verbos en tiempos futuros lo que esta hará con su amor, de los cuales dos se repiten con una anáfora “…podrá…” (Versos 1 y 3), para enfatizar el momento de la acción, el futuro.

En el primer verso podemos encontrar que la muerte se expresa mediante una metáfora “…la postrera…”, como he mencionado previamente, y una metonimia “…mis ojos…” que intenta evocar sin contar que la acción es realizada sobre el autor del poema. Seguidamente, podemos hallar en el segundo verso un encabalgamiento “… la postrera sombra, que…” que interpreta el nerviosismo al hablar sobre su amor por su amada, que se encuentra junto a otra metáfora “…que me llevare el blanco día,…”, que significa el día de la muerte, que al contrario de lo imaginado, lo refleja como un día blanco, en vez de un día negro. La descripción del día de la muerte como blanco y la hora como una hora lisonjera, corrobora el pesimismo del poema que ve la muerte como un descanso y alivio de la vida, en la que ansía su resurrección. El autor emplea también una clara antítesis entre “sombra” y “blanco” para llamar la atención y transmitir el mensaje de una manera más vistosa.

En el tercer verso el sujeto (la postrera) se esconde en el empleo de una elipsis, que es usada para mantener la estructura del poema, evitar repeticiones y aumentar la fluidez y el ritmo. Hallamos una metáfora “…podrá desatar…” que indica que la muerte podrá separar su cuerpo de su alma.

El “…afán ansioso…”que aparece en el cuarto verso se puede interpretar como el deseo carnal del amor, como el nerviosismo y estrés del cuerpo, como la parte humana del amor. Este es un concepto judeocristiano-platónico. Expresa que su alma se siente bien por morir, por purificarse de sus ataduras mundanas y poder sentirse de manera pura.

El segundo cuarteto comienza con una referencia a la mitología mediante un símbolo, “…mas no de esotra parte en la ribera…”. Se refiere a la ribera en la que el barquero de Hades es encargado de transportar las almas de los difuntos hasta la otra orilla. Con ella resalta que su amor es tan poderoso que seguirá vivo aun muerto.

En el sexto verso tenemos una elipsis del sujeto, que sigue siendo la muerte y, de nuevo en hipérbaton, nos dice que no dejará su amor en la otra orilla, utilizando la metonimia de memoria, “…dejará la memoria,…”. En estos versos podemos encontrar también un encabalgamiento “…dejará la memoria, en donde ardía…”.

En este cuarteto cambia el sujeto, que pasa de ser la muerte a ser el amor del escritor, su llama, como gran metáfora central que representa su vida enamorada. A partir de entonces, hallamos un campo semántico alrededor de este sujeto “llama”: ardía, fuego, ceniza… Más concretamente, en esta primera aparición, la podemos encontrar personificada “…nadar sabe mi llama el agua fría…” y “… perder el respeto…”, en la que se menciona cómo se niega a seguir la ley natural de la muerte de hacer olvidar su vida y con ella su amor.

De la misma manera podemos encontrar dos claras antítesis entre “fría” y “ardía” en los versos seis y siete, y “severa” que contrapone el término relacionado anteriormente con la muerte; “lisonjera”.

En los tercetos, Quevedo demuestra sus extraordinarias habilidades de composición con una estructura única, en la que relaciona semántica y sintácticamente los versos del primer terceto con los del segundo, haciendo que los del primero sean los sujetos acompañados respectivamente de sus predicados en la cuarta estrofa. Además, en ambos podemos encontrar una gradación descendiente; “alma-venas-médula”, “cuerpo-ceniza-polvo”.

“…todo un dios…” constituye una audaz metáfora de la amada, al tiempo que dos oraciones encabezadas por el mismo posesivo, en anáfora, nos remiten a dos sujetos diferentes.

El segundo verso del primer terceto, junto con su predicado en el segundo tiene tres posibles interpretaciones: que la sangre que alimenta su amor será ceniza, que su amor es tan intenso que por ello sus venas y su sangre se han convertido en ceniza, y que parece triste, pero lógico que los mecanismos que han creado el intenso fuego de su amor acaben convertidos en ceniza.

Finalmente, Quevedo hace referencia de manera directa al amor en los últimos versos de los tercetos, en la que continúa la metáfora del fuego, ya que relata como su médula, la parte más inaccesible de su cuerpo, ha “ardido” de amor. Termina el soneto con una anáfora del sustantivo “polvo” y “polvo enamorado”, que es a la vez otra metáfora de la muerte, e incluso una metonimia de cadáver, y resume y recoge el tema de todo el soneto.

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